38 minutos
jueves 5 de mayo de 2011
© Sergio Plou
Artículos 2011

   ¿Nos gobiernan imbéciles o desaprensivos? Y en cualquier caso, ¿qué traman? El pensamiento crítico, o lo que queda de él, intenta comprender desde hace una década el argumento que nos impone la clase más adinerada, de modo que si ustedes están de acuerdo con lo que ven y escuchan a diario se han equivocado conmigo. La conclusión más fácil que podrán extraer de mis palabras es que me falta un tornillo o que tendrían que volarme la cabeza, y como no estoy loco ni busco enemigos, les aconsejo que lean a otra gente, seguro que les ofrecerán las respuestas adecuadas. Yo parto de la siguiente premisa: Al Qaeda es un invento tan real como Disneylandia. Existe, pero es de cartón piedra. Bin Laden, como el tío Gilito, es un personaje de ficción. La diferencia es que ha sido diseñado para hacernos llorar. A las centrales de inteligencia les llevó un gran esfuerzo montar este cómic oscuro y sanguinario. A fuerza de machacar durante una década en el mismo clavo, han impuesto de tal manera su pensamiento que matar a un dibujo animado y lograr que todos salten de júbilo representa un éxito sin precedentes.

   Llegados a esta situación cabe pensar que la información recibida no es otra cosa que propaganda, la que sirve para desmontar derechos y libertades, la que favorece la prosperidad de las grandes corporaciones en perjuicio de la sociedad civil. Podemos pasar el rato desmenuzando la mentira, intercambiando datos o desmontando mitos. Da igual. Este trabajo lo desempeñan mejor los humoristas. Puede sonar crudo pero basta con escuchar los chistes o leer las tiras cómicas.

   Una vez que se ha decidido acabar con el barbudo malo, porque ya no da más de sí, y después de que se haya condecorado en secreto a su asesino—que igual es el diablo de Tasmania— la siguiente pregunta que ronda en las molleras es: ¿y ahora qué? ¿Muerto el perro se acabó la rabia? Lo dudo, sería una ingenuidad.  Los medios están muy entretenidos ofreciéndonos detalles sobre la mansión de habas donde vivía con su novia y su hermana, que si lo ejecutaron con una pistola en la mano o desarmado, que si estaba en gayumbos, acoplado a una máquina de diálisis o jugando al parchís... A medida que saltan contradicciones la historieta resulta más increíble pero no cabe duda de que genera mucha expectación. El premio nobel de la paz ha confirmado que no entregará las fotos del muertuco, pero seguro que se pueden filtrar ¿no? Observar cómo le vuelan los sesos a Bin Laden sería también un acontecimiento para los norteamericanos y una hazaña para los documentalistas, ¿habrán rodado un corto? Y cómo se ha filmado, ¿cámara al hombro y en blanco y negro? Ya sabemos que dura 38 minutos y que, a juicio de doña Hilaria, es de una intensidad tan sublime que provoca la tos. ¿Se analizará con lupa durante meses? Depende de las encuestas, pero el problema de fondo seguirá siendo el mismo: ¿y ahora qué?

   ¿Por qué desaparece el mito de Bin Laden justo ahora y no hace diez años? Hasta el 2012 no hay elecciones a la Casa Blanca y rentabilizar el éxito de una ejecución sumaria a tan largo plazo es un agobio. Actuando como un matón se ha granjeado el apoyo de los ultras y ha trepado por los sondeos. Los rusos, que están al quite, nos dan una pista clara en Chechenia: si a los americanos les dejan a nosotros también. Se abre la veda en el mundo, reduciéndolo a un coto de caza. Las palabras mágicas «Al Qaeda» sirven para ajusticiar en el acto a cualquier sospechoso. A los tribunales americanos les parece legal y justo. Al consejo de seguridad de las Naciones Unidas también. Y dentro de nada veremos al ejército israelí campando por sus respetos (de hecho ya tienen la patente). Hay que limpiar la casa.

   La maniobra de linchamiento con la que nos ha deleitado Obama le obliga sin embargo a mantener el drama hasta las próximas elecciones. Una espiral de venganzas daría mucho juego, incluso podría conducirnos al terror nuclear, sobre todo ahora que los japoneses las están pasando canutas. Resultaría bastante creíble y para justificarlo nos cuentan que mediante torturas se consiguió que uno de los presos de Guantánamo cantase de lo lindo. Ningún periodista lo ha verificado, porque estas afirmaciones rara vez se contrastan, pero el preso juró que ronda por Europa un artefacto capaz de borrar del mapa ciudades enteras. Una bomba del copón que, según cuentan, resulta complicadillo llevar hasta América, así que lo mismo la revientan en el viejo continente. Los jefes juegan así con el terror nuclear no sólo para mantener Guantánamo abierta sino para que las actuales medidas de control social no se desmonten. A la vez que se prosigue con la desestabilización de Oriente Próximo y se atiende a la economía, que está muy pocha, conviene afirmar el argumento mediante algún nuevo acto de terror a gran escala, achacable, por supuesto, a la organización del desaparecido Bin Laden. ¿Cuál y dónde? Todo depende de lo que quieran conseguir. O, para ser más precisos, de lo que podamos tragar sin quejarnos. Y a estas alturas lo mismo nos cabe una hoja de ruta que la guía michelín.

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