Calixto y la TDT
martes 14 de julio de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Tanto en el portal de mi casa como en el de mi compañera sentimental han aparecido por las paredes, al punto de la mañana, sendos avisos de las comunidades de vecinos alertando sobre múltiples fallos en la antena de la TDT. Contribuyentes y consumidores de ambos inmuebles —y sé de lo que hablo porque me conozco el paño— han comenzado a sentir que se acaba el mundo, que llega el apocalipsis y mediante unos folios escritos a rotulador se incitan mutuamente a glosar sus pesadillas nocturnas. Por lo que he podido leer, lo están pasando muy mal.
    De la misma forma que yo no me defiendo en inglés, sino que más bien me ataco, la peña enseña los dientes y se muestra muy agresiva durante el apagón analógico. Habiéndose tomado en serio las precauciones y molestias pertinentes, sin comerlo ni beberlo se encuentran de pronto sin su máquina masturbatoria favorita, circunstancia que les empuja a entrar en cólera. Comienzan el marasmo desde un estado febril, donde insultan a la tecnología como si se tratara de una dependienta; luego pasan revista a sus vendedores y fabricantes, porque ya no saben lo que venden ni lo que hacen; y después regurgitan una bilis negra, de matiz tan marcadamente subversivo y antigubernamental, que si esa mala sangre fuese empleada en la dirección correcta podría tumbar gobiernos y haría temblar a las instituciones financieras. Menos da una piedra, pero es así como comienza la revolución digital.
    Luchando en soledad contra los artefactos, viendo que la mala leche no soluciona el problema, los usuarios de la caja boba terminan por arremeter contra sus parientes y amigos, procediendo al borde de la insania contra sí mismos. La ignorancia es muy atrevida. Siguiendo a pies juntillas las directrices, comprando como benditos los cachivaches que les mandan y teniéndolo todo en orden, la sociedad de consumo no entiende por qué el guirigay de la TDT no funciona. El homo hispanicus siente entonces que le han timado con el trasto que conectó hace días, como buenamente pudo a su receptor, y embriagado por la tozudez lo vemos pelear de nuevo con saña, volviendo a enredarse en los cables y adminículos suministrados por el fabricante y contemplando con pasmo la ausencia de resultados. Finalmente llega al extremo de leerse las instrucciones. Mala señal.
    Ya advertí en algún otro artículo que están traducidas literalmente del chino y que da igual tirarlas por la ventana que hacerse un sándwich con ellas. Se puede vivir sin sexo o trabajo de ninguna índole, pero si hay algo más nocivo que la crisis es la falta de televisión. Lo he podido comprender hoy durante el desayuno, cuando los derrotados televidentes, bajo el síndrome de la abstinencia, mojaban el churro en el café. Su estupor es el principio de una revuelta silenciosa que comienza en la telenovela y acaba en el telediario. Sin culebrón y sin noticias no merece la pena vivir. Hasta los usuarios del «programa Calixto» se han dado cuenta y comienzan a rozar el paroxismo. Cientos de abuelos están siendo vigilados por control remoto mediante el mando a distancia de sus televisores, y son incapaces de comprender lo que ocurre.
    A las tantas de la madrugada les llaman por teléfono para saber si están vivos o les ha dado un íctus, y si no responden a tiempo se les presenta en casa un «pringao» para dar fe de su triste existencia. La interactividad de las pantallas analógicas da paso a un enjambre de canales digitales, lo que llaman «televisión a la carta», pero los yayos no encuentran ya ni la carta de ajuste en sus receptores y en pleno alzhéimer olvidan el mando en el retrete, junto a la cuña de hacer pis, de modo que hay que hacerles una visita para tacharles o no del calendario gregoriano, lo que supone un gasto. A los abuelos, como a los nietos, se les ata al sillón de la caja boba para que se distraigan, no para que les suba la tensión y haya que llevarlos a todo correr camino de urgencias. De nada sirve el «programa Calixto» si a los abuelos no les funciona la TDT. A lo máximo que llegan es a cambiar las pilas del mando a distancia. Y ya es un éxito.

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