A cinco horas de Kabul
miércoles 7 de noviembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    El periodismo de investigación se está perdiendo. Contar la verdad resulta caro. Se paga a un equipo para que desarrolle líricamente una historia desagradable y la elección de la película narrativa está además en función de una serie de intereses. Así que cuando surge un auténtico pufo es por casualidad. La mayor parte de las veces muere en sus inicios, porque tarde o temprano descubre un asco que a nadie del entorno satisface. La prensa detectivesca es un lujo, el mito de la imparcialidad un chiste de humor negro y la noticia, como los alimentos, requiere un manipulador profesional. Hace ya unos años solté más o menos lo mismo en una conferencia y los asistentes me miraban como si fuese un batasuno, ahora que lo sabe ya todo el mundo - o debiera saberlo, porque aburre a las ovejas - el resultado es el mismo. Que suena a cómic. Que da igual. Sólo nos levanta de la silla lo que nos afecta directamente. Y en nuestro fuero interno estamos deseando que nos mientan.
    A mí, de entre las muchas cosas que contó Pepe a su vuelta de Croacia, me llamó la atención una verdad muy sencilla que largó de pasada, sin darle importancia. Aseguraba que los ejércitos se estaban desahaciendo de miles de bombas en la guerra de los Balcanes por una causa simplona: estaban caducadas. Recuerdo que me quedé atónito. Por eso, ahora que viene de Afganistán, le sigo la pista. Ya he visto sus fotos. No ganará el pulitzer ni tendrá un consejo de guerra por publicarlas, claro, pero podremos pasar un rato entretenido. Pepe es un militar sevillano muy curioso, sin prejuicios a la hora de observar la realidad. De ahí que la cuente como los viejos chistes de Gila, donde puedes partirte el culo de la risa y al mismo tiempo quedarte sin habla. Creo que una de las botellas de Grifo que trajimos desde Lanzarote acabarán animando la velada, llega un momento en la vida que los amigos se desperdigan tanto que hay que coger un tren o un avión para charlar un rato. Supongo que piensas en cosas así cuando te enteras por las noticias de que han muerto varios soldados, acudes a internet para ver la lista de víctimas y respiras con alivio al comprobar que no está su nombre. Pepe podrá seguir viajando por el mundo. Es algo que le gusta y el ejército le paga esta forma de conocer el planeta.
    Algunas instantáneas que envió desde la base de Herat podrían constar en los registros publicitarios del Ministerio de Defensa. Nunca se me habría ocurrido pensar, viendo algunas fotos, que la tropa en sus tiempos de ocio recibiera clases de baile. Los reporteros del siglo XXI no tienen conciencia de serlo. Hacen periodismo de investigación con una digital en el bolsillo. Sus imágenes son el souvenir y sus anécdotas constituyen el argumento de un testigo. Será que el valor de las informaciones está cambiando. Que los grandes medios de comunicación no tienen nada que hacer frente a la carta de un amigo.

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