El Cuaderno de Sergio Plou

      

viernes 1 de marzo de 2013

A rebufo del vodevil




  Por un lado agradezco que no haya imágenes de todos y cada uno de los sucesos que acompañan a Bárcenas, porque la ausencia de videos y estampas favorece sin duda la imaginación, pero por otro lado reconozco que amenizaría mucho a los espectadores que alguien recogiera los momentos más estelares y los fuera colgando en YouTube. Aunque tampoco me extrañaría que los sucesos estuvieran documentados y alumbrasen un día a la concurrencia, la verdad es que se echa en falta una instantánea de la policía nacional entrando en la sede del partido popular, que es lo que ha ocurrido esta misma tarde. ¿Con qué motivo? A falta de un «garganta profunda» nos conformaremos con una «glotis estrecha», porque hasta el momento en que escribo estas líneas —y de paso me parto la caja— se manejan dos versiones.

  La primera es que ha llegado la policía para entregar una citación, en la que piden explicaciones acerca del despacho de Bárcenas. Hagamos un flash back y recordemos que el inefable Bárcenas presentó una denuncia en los juzgados de su barrio —el de Salamanca, donde se lo deben estar pasando en grande— mediante la cual ponía en conocimiento del juez que ciertos sujetos habían entrado en su despacho de la calle Génova el pasado día 18 y le birlaron entre otras cosas un par de ordenadores. Parece lógico —y ya tardaban— que aparezca la policía para comprobar si es posible que Bárcenas todavía gozase de un despacho en la sede madrileña del PP hasta hace diez días. Ahoro sólo confío en que llevaran un cróquis porque cuentan las crónicas que la sede es tan grande que los despachos, siguiendo la estela del gremio de la hostelería, fueron bautizados con igual rimbombancia. De hecho, y con el morbazo a cuestas, se habla en los mentideros de que el despacho del interfecto estaba en la tercera planta, concretamente en la sala Andalucía. También se asegura que la sala Andalucía se sitúa junto al departamento de Distribución. No especifican qué diantres distribuyen, pero no me negarán que su proximidad con la sala de Bárcenas resulta estimulante. En cualquier caso, mientras Bárcenas llegaba a Madrid de heliesquiar en Canadá, parece que la Cospedal envió a uno de sus esbirros, un tal Alberto Pío, letrado de su confianza, para que descerrajara la puerta.

  Si te encargan descerrajar una puerta, existiendo vituosos cerrajeros en el mercado, de los que abren en un pispás lo que haga falta, supongo que enseguida te preguntas si Bárcenas, en su despacho, tendrá una puerta o un puente levadizo. Recapitulemos por un segundo y dejémonos llevar por la marea, ¿podríamos intuir que Bárcenas, al llegar al aeropuerto, ya sabía lo que estaba ocurriendo en su despacho? Conociendo cómo se las gasta, tal vez hubiera instalado algún dispositivo electrónico en la sala Andalucía y al saltar la alarma en su despacho recibió un aviso puntual en su teléfono móvil. Por otra parte, ya es suficiente con imaginar al abogado en mangas de camisa, con un destornillador en una mano y una maza en la otra, intentando reventar la cerradura. Aunque es cierto que no acudió solo a rematar la faena, sino flanqueado por dos operarios, semejante escena merece cuando menos un sketch en Polònia, el programa de humor de la televisión catalana. Otra cosa es lo que pasara después, porque corren las noticias más variopintas. Recordemos que la denuncia de Bárcenas cargaba contra el PP y el abogado del partido, Alberto Pío, por un delito contra la intimidad, forzar la puerta del despacho y examinar de forma exhaustiva toda la documentación, parte de la cual es de carácter personal. Igualmente acusa Bárcenas de que le han sustraído los ordenadores portátiles que estaban guardados en la misma sala, y por eso requiere a la actual tesorera del partido, Carmen Navarro, para que devuelva inmediatamente el material requisado. ¿Y dónde acabó el material? Según cuentan las crónicas se ha «diferido» a la sala Murcia, en la quinta planta.

  Y me queda la segunda versión de la entrada policial en la calle Génova, la que alude a que los agentes que entraron en la sede del partido popular eran miembros de la policía científica y que acudieron allí para recoger huellas en el despacho de Bárcenas. En este caso la fotografía del evento podría pasar de sugerente a prometedora. No me explico todavía cómo es que no han untado a algún segundón o incluso a algún operario de los que revientan puertas. No dudo que al menos debieron recabar información entre los múltiples amigos y familiares que Bárcenas colocó durante dos décadas en la sede. Esta gente, de su absoluta confianza, afirma que su padrino en el PP seguía entrando en la sede del partido como Bárcenas por su casa hasta el pasado miércoles. No sé si hablan del miércoles 20 o de antes de ayer, que también era miércoles. En cualquier caso resulta que Bárcenas, ante el asombro de la concurrencia y el descrédito de la Cospedal, tenía las puertas de la calle Génova abiertas de par en par. Si seguimos la línea de acción que subyace bajo este guirigay entenderíamos incluso que el inefable Bárcenas, a falta de una carta de despido, sigue considerándose a sí mismo como un trabajador en activo. Igual por eso no se apuntó al paro (hubiera sido un error). O lo mismo es que alquilan los despachos del partido y Bárcenas está al corriente de pago, quién sabe a estas alturas cuál es la realidad y cuál es la estrategia. De todas formas como el espectáculo continúa copando las primeras páginas de los periódicos, no nos conviene desesperar. Tengan en cuenta que circula una tercera versión sobre la visita policial a la sede del PP. En esta útima secuencia, y tras escuchar de labios del portero que allí Bárcenas no tenía despacho alguno, parece que los agentes se han vuelto a comisaría con las manos vacías. Desconozco cuál será el próximo fascículo del culebrón de Bárcenas, pero podría convertirse en una astracanada.