El Cuaderno de Sergio Plou

      

miércoles 13 de noviembre de 2013

A vueltas con la basura




  Me parece chocante que al final sean los defensores de lo privado los que vayan pidiendo por internet la militarización de un servicio como el de la recogida de basuras en Madrid. No se dan cuenta de que mandar al ejército para que se haga cargo de la limpieza implica reconocer que lo privado no funciona. Entre otras causas porque no debe convertirse en negocio aquello que es colectivo o de uso común a la mayoría de los ciudadanos. El agua y los vertidos, la salud y la educación, y si me apuran también la energía o las comunicaciones básicas, como la luz, el gas, el teléfono o los ferrocarriles, tendrían que ser de titularidad estatal. Lo contrario es, a mi nulo juicio, un robo. En la Constitución se habla también de que tenemos derecho a una vivienda digna y ya ven que en la práctica este derecho tampoco funciona, ¿habría que militarizar pues a las constructoras? Si los bancos no conceden créditos, recibiendo como reciben miles de millones de las arcas públicas, ¿no tendríamos que militarizarlos también? O si el gobierno, que está en franca decadencia y bastante podrido, no arrea como prometía en su programa electoral, ¿no deberían militarizarlo?

    Llamar a las tropas para que, a fin de cuentas, saquen del atolladero a un puñado de empresas privadas refleja siempre una derrota ciudadana. Sólo cabe su utilización en situaciones catastróficas y podría evitarse si la sociedad se hubiera otorgado la capacidad de responder a ellas mediante otros organismos, como una adecuada protección civil. El Estado se funde cada año una buena millonada en mantener una estructura militar que no sirve para otra cosa que enriquecer a la industria del armamento. Y ahí está, dispuesta ahora a barrer las calles de Madrid para que tres contratas puedan despedir a mil quinientos barrenderos.

    La capital del reino huele a mierda, los comerciantes del centro se quejan de que «el relaxing cup» entre la basura desmerece un montón y se alzan ya las primeras voces que piden la intervención del ejército, hasta el extremo de que el propio ministerio (de esa entelequia que llaman defensa) se ha ofrecido al trabajo previa petición del ayuntamiento. Y las condiciones que plantea para llevar a buen puerto la faena son las propias de una “emergencia sanitaria”. Hablar de una emergencia sanitaria precisamente en Madrid, ciudad que sigue empeñada en privatizar sus hospitales, produce cierto pasmo a los próceres del consistorio, quizá por esa razón se han apresurado a comentar que no es necesaria la presencia del ejército en las calles, que un soldado está «para otras cosas» y que no hay ninguna emergencia sanitaria en la capital. ¿No les molesta tanta basura? Por supuesto, pero de ahí a militarizar el servicio va un trecho. Es cuestión de esperar a que el conflicto laboral se vaya pudriendo a la misma velocidad que la basura y ya verán después cómo apañan el estropicio.

    En esta batalla absurda a favor de externalizar los servicios públicos no queremos comprender que de una forma contable nos sale mucho más caro desprendernos de algo que mantener la titularidad. Y no hablo de rentabilidad social sino de simple economía. Las empresas que se quedan con el servicio nunca pierden. Se preocupan de blindar sus beneficios en los contratos que firman con la administración, de tal modo que si no llegan a ganar lo que pretenden cargan después la diferencia en los recibos a las instituciones correspondientes. Así cualquiera hace negocio. Lo que en principio nos cuesta un euro termina costando dos y en algunos casos hasta cuatro, mordidas y comisiones aparte. Imaginen ahora que encima haya que militarizar el servicio en cuestión.