Anécdotas
miércoles 18 de junio de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Trillones de anécdotas, como no podía ser de otra manera, siembran durante estos días el recinto de Ranillas. Las anécdotas son la sal de la Expo y hay que esparcirla a diario para que las visitas no se olviden de venir, aunque sea para ver cómo continúan las obras. La impagable publicidad de los medios de comunicación lo mismo consigue que se amortice el presupuesto del consistorio dentro de una década, igual para entonces ya las hemos pagado todas y podemos empezar a abonar las que quedan por hacer: la famosa Milla Digital, el nuevo campo de fútbol para jugar contra el Huesca, el Metro, el Tranvía y lo que se les ocurra a los jefes sobre la marcha. Incluido el Balcón de san Lázaro, que parece el cuento de nunca acabar. Mientras tanto, y entre las más inquietantes tontadas, la peña habla mucho sin duda sobre el ya mítico asunto del vaso de Fluvi. La gente, que se ha vuelto muy señorita, no comprende que el vaso en cuestión es un recipiente de plástico y como todos los objetos de este material no se destruyen en varias vidas, así que hay que guardarlo como recuerdo o reutilizarlo siempre que se pueda. ¿Por qué no se fabricó en plan fotodegradable? Pues pregúntenle a don Roque, que está hecho un ecologista. Cuando me decida a visitar el sarao y me apodere de semejante utensilio lo cambiaré por el de la Expo de Barcelona que guardo en el lavabo como oro en paño y que se me está quedando mustio de tanto usarlo. Dicen que el vaso del Fluvi hay que enjuagarlo con cierta frecuencia o devolverlo en el bar, porque cobran un eurete y la peña piensa que si bebes varios líquidos distintos tendrían que meterlo en el lavavajillas y servírtelo como es debido, porque los precios son altos y para eso pagan. También pagan por ver el pabellón de los rumanos o el de Nigeria, que todavía están a puerta cerrada dando el callo, y sin embargo no piden que les devuelvan la entrada. Las visitas se quejan de vicio. Que si la cortina de agua del Acuario, cuando sopla el cierzo, les cala hasta los tuétanos... En lugar de pedir una pastilla de jabón y meterse allí mismo una buena ducha, cogen y apagan la catarata. Y ahora, cuando la cierran, protestan porque no funciona, ¿en qué quedamos? O una cosa o la otra. ¿Por qué no se pensó en el cierzo? Pregúntenle a don Roque, que para eso está el hombre chupando del bote. Cuenta la leyenda urbana que el iceberg tampoco se estrenará el viernes, debido al cierzo o al Ebro, que son dos fenómenos paranormales en esta ciudad. Si desvían los trenes baratos de la Estación de las Delicias, tal vez porque la gente pobre desmejora el diseño o para ver si se nos pasan las ganas de viajar por cuatro perras, ¿por qué no desvían también el río o el cierzo? Todo es ponerse, ¿no? Ayer le preguntaron al coordinador del Observatorio por la Sostenibilidad en España si había que subir el precio del agua en las ciudades y dijo que no, así que, como poco, le echarán una cantada. Hay que poner el grifo a precio de «Eau de Loewe», para que nos salga rentable seguir comprando botellines. No sé en qué estará pensando este buen hombre, ¿cómo es posible que no se dé cuenta de que se está jugando la carrera? Otra gente que es muy poco solidaria, sobre todo con las multinacionales que patrocinan el magno evento, son los vecinos de la orilla de enfrente, pardiez. ¡Se quejan del ruido! ¿Pero de qué ruido hablan? Si los vecinos de la Expo no son los primeros en ir a las actuaciones y gastarse las perras en la barra del bar, ¿quién diablos se pegará allí hasta las tres o las cuatro de la madrugada en un día laborable? ¡Si encima llaman a la policía para que mida los decibelios! Y los agentes, como si no tuvieran nada mejor que hacer, van y acuden. Por favor, qué poca seriedad y qué poco patriotismo. ¿No saben aún que el desarrollo sostenible, bien entendido, comienza por uno mismo? ¿Qué suponen treinta y ocho delibelios comparados con la traca del estreno? Nada de nada. Lo mismo que una gota de agua en el océano. Menos mal que don Roque, cuando le llegue la multa se la pasará por el garrón. Con lo alegre y abierta que es la gente, con el ambiente tan bonito y veraniego que se respira en todas partes, ya son ganas de agriarnos la fiesta. Menos mal que el Banco de España nos va a meter a todos en cintura, porque con estos sueldos está claro que nos subimos a la parra. Desde la parra no hacemos otra cosa que llamar por el móvil, con lo malo que es para la salud, así que nos van a cobrar hasta por coger el teléfono. A ver si espabilamos, que una cosa es la crisis y otra muy distinta el cachondeo.

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