Crisis, ¿qué crisis?
jueves 24 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Aunque no quiera reconocerlo el señor Iglesias, presidente de la DGA, la historia del nanotrasvase a Barcelona y el derrumbe de Gran Scala han puesto en aprietos al gobierno de la comunidad autónoma. Al menos en cuanto a la opinión pública se refiere. Su socio, el Partido Aragonés de Súper Biel, podría dejarse llevar y dar la cantada en el próximo pleno de las Cortes votando en contra de la moción. Los socialistas se encontrarían así más solos que la una a la hora de apoyar el trasvase del Ebro desde el Delta a la ciudad condal. El Estatuto es muy preciso y obliga a oponerse a cualquier trasvase, son habas contadas. Buscar otro nombre es caer en el ridículo de los sinónimos para tapar los errores. Al PSOE de Aragón no le habría costado un colín poner en marcha la maquinaria legal contra el trasvase. Habría perdido la batallita pero quedarían en casa como señores. Esta estrategia funcionaría mejor que la de tragar sin premio alguno, en cambio a la que juegan ahora les costaría el gobierno. Nadie puede poner la mano en el fuego sobre la lealtad de Súper Biel, ¿quién asegura que no se lo montará con el Partido Popular en un futuro? No sería la primera vez que gobiernan juntos en la Diputación General, y salvo que los socialistas consigan llegar a acuerdos con la Chunta e Izquierda Unida, podemos encontrarnos a la vuelta del verano emplazados en un nuevo ciclo político. Son elucubraciones, evidentemente, porque la auténtica disputa se desarrolla en los medios. PSOE y PAR no sueltan prenda a la hora de mover ficha. Gobiernan juntos pero se miran de reojo.
   Ayer, en pleno día de Aragón, el jefe no dijo ni esta boca es mía sobre Gran Scala (el fantasmagórico asunto del casinazo monegrino). O Súper Biel está empleando a los insolventes organizadores de este entuerto como la tapadera de un nuevo Aramón en los Monegros o está buscando nuevos emprendedores para el negocio. En cualquier caso, las gentes afectadas por una supuesta expropiación de los terrenos comienzan a moverse para defender sus tierras. Incluso aparecen por el camino extraños prestidigitadores con suculentas ofertas bajo el brazo. A menos de cincuenta días para la inauguración de la Expo 2008 nadie dimite por estos asuntos, al revés, se produce un apagón informativo. Entre tanto algo se mueve bajo la mesa pero nadie acusa el olor. Los que veían en Monegros una locomotora de expansión económica tras la Expo, albergan muy serias dudas de que el proyecto o la idea se desarrolle alguna vez. Los que veían en el PSOE a un partido opuesto a los trasvases, se encuentran con la desilusión hidráulica y el temor a que se extienda el conflicto del agua por toda la península. Apenas ha transcurrido un mes de las últimas elecciones generales y nos encontramos, más o menos, donde lo dejamos al principio. Lo importante se apaña a puerta cerrada. Una vez atado se pone en marcha el aparato de comunicación correspondiente y si cuela se le da cuartelillo. Salta a la vista que la sociedad tiene pocos cauces de presión. Opina sobre cualquier asunto pero a la hora de implicarse se desentiende.

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