Decadentes contra evolutivos
miércoles 29 de junio de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

   Soy pesimista a corto y medio plazo pero me siento optimista con respecto al futuro. Aunque desconozco los tiempos porque la Historia se acelera, estoy convencido de que va a producirse una transformación social bastante grande. Los acontecimientos serán asombrosos y a la vez horripilantes. No queda más remedio, el problema es grave e irá a peor. No voy de profeta, al contrario, es de sentido común y hasta los brokers se dan cuenta de que estamos en un callejón sin salida. Vamos todos montados en un tráiler conducido por gente suicida y los analistas no hacen otra cosa que ver la tapia del fondo y calcular la velocidad que llevamos para averiguar con antelación la magnitud del tortazo. Pero el golpe es inevitable, lo estamos viendo en Grecia. Lo que ocurre allí se extenderá como un reguero de pólvora por toda Europa. A no ser que pinchemos las ruedas, vaciemos el depósito o saltemos en marcha del vehículo, nos vamos a dar una piña de espanto. Los conductores han sellado la cabina y pisan a fondo el pedal, están convencidos de que la única solución es estrellar el camión contra el muro. Y en esas estamos, no hay más.


29 de junio #debatedelpueblo
El estado de la nación en la Puerta del Sol de Madrid.

   A los seguidores del movimiento de mayo, los conductores de este camión les exigen propuestas para después, como quien oye llover, taparse los oídos con un corcho. Afirman que nuestro hábitat económico es una carretera de un solo sentido, que el mercado no admite itinerarios alternativos y menos aún cambiar de medio de transporte. No quieren comprender que funcionan por control remoto y tienen miedo de que a fuerza de quejarnos igual se desvíen del trayecto y sufran un percance, así que no están pidiendo propuestas: las cartas están marcadas. El denso grumo de los recortes continuará, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

  La determinación de políticos y banqueros es de tal calibre que una parte nada desdeñable de la sociedad todavía está en trance. Es un síntoma de la regresión hipnótica en la que viven los que apuestan por partidos conservadores —en el fondo lo son todos— que observan en ellos su tabla de salvación. Están dispuestos a auparlos al poder, como hicieron en Reino Unido y después se contentarán con criticar al anterior gobierno para justificar las dificultades de sus «benefactores». Conviene que no nos engañemos. A medida que los poderes económicos vayan deteriorando la vida social irán cayendo las máscaras y podremos contemplar el paisaje de otra forma. Mientras tanto la gente continuará asomándose al espejo cóncavo de la televisión y acabará confiando en que la situación mejore. No lo hará, porque el negocio está en que no ocurra. Los que están en la pomada se están planteando incluso si podrán sacar la tajada que esperan de todo este desastre, ya que el endeudamiento es tan elevado que igual cruje el sistema entero. No es lo mismo robar en Latinoamérica, en Asia o África, que expoliar Europa, el tejido económico es tan tupido que las hebras se enredan hasta cruzar el Atlántico. Es cuestión de tiempo que la denominada «burbuja de la deuda soberana» salpique a todo el planeta y que la riqueza de un puñado de sinverguenzas resulte insostenible para el conjunto de la sociedad.

  Las derechas y las izquierdas de antaño son una ficción. Sólo queda gente empeñada en mantener a cualquier precio la decadencia y personas que buscan la evolución del sistema, una alternativa a la asfixia. Los decadentes ocupan todo el espectro del poder político y financiero, los evolutivos intentan construir desde la calle una oposición pacífica pero contundente, una nueva manera de hacer. Todo lo que germine de esta semilla construirá el porvenir.

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