El precio de enfermar
lunes 24 de septiembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Los empresarios japonenses no acaban de comprender la informalidad mediterránea. Han hecho cuentas y de casi siete mil empleados que tiene la Nissan en la península, quinientos se diluyen por ensalmo todos los días del cuadrante. No están. Se esfuman. No siempre son los mismos, claro, pero eso no viene al caso. Los jefes nipones se resisten a pagar siete mil nóminas para que produzcan 6.500 currantes. Dicen en su descargo que si quisieran 6.500 hubieran contratado a 6.500, no a siete mil. Y tiene su lógica. La vida y los números sin embargo no se llevan bien, aunque sean primos. La perplejidad y el asombro que causa en los japoneses que el 7% de sus trabajadores no cumpla su jornada con el mismo agradecimiento y rigor militar con que lo haría un androide, es tan patética que merecería editarse un puzzle con esta expresión. La denominan absentismo laboral. Y yo pienso que la llaman así porque no saben de imponderables. Deben de ser sujetos que mueren de repente, sin enfermar, o que en lugar de pedir trabajo creyeron que estaban jurando bandera. Los mandamases asiáticos desconocen el valor de la intimidad, lo que significa tener una vida propia. Piensan que conciliar el trabajo y la vida familiar consiste en que toda tu familia trabaje en el mismo centro, incluso que fije su domicilio allí, de este modo no se tienta la mala suerte de tropezar por el camino y que un hueso se te salga de su sitio. Para esta mentalidad no hay infortunio, por grave que sea, que no pueda reparar la presencia de un amigo o de un pariente en tu puesto, y quedas así como un señor. Ya sabes, hoy por ti y mañana por mí. No enviar un suplente indica el poco cariño que tienes en realidad por tu trabajo. Así es la jefatura asiática y la única forma de poner en vereda a este atajo de impresentables hispanos pasa por morderles 30 euros de la cartera cada día que falten. Sin más. A este gesto de presión lo denominan graciosamente plan de competitividad. Supongo que la competición estriba en desarrollar un físico inmune a cualquier acontecimiento. Hay que entender que los empresarios nipones pagando un sueldo producen al mismo tiempo una película de ciencia ficción. Y todo el mundo sabe que los extras son de goma, porque rebotan. La fábrica se convierte en un templo donde se reza en forma de sudor. No generar objetos de consumo, cuando te has comprometido a hacerlo, es un sacrilegio. Y como tal tiene su precio. Lo que te haya ocurrido o no es tu problema.

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