New Zealand Herald

7:37 PM Miércoles 30 de septiembre 2009

 Impacto del tsunami en la Isla de la Vida

por Sia Figiel

7:37PM Wednesday Sep 30, 20

   En esta parte del mundo, los terremotos suelen agitar los domicilios durante un minuto o dos, pero esta vez duró cinco largos minutos, así que toda la casa tembló. Salí corriendo a la calle, donde los vecinos se estaban reuniendo, y de repente se hizo un silencio de muerte. Nos miramos sin decir nada. La gente llevaba bolsas en la mano y estaban listos para ir a buscar a sus hijos a la escuela.    

   El locutor hablaba por la radio de que los automóviles en el párking de la plaza de Pago-Pago, flotaban en el agua como si fueran de juguete. Dijo que eran los efectos de la segunda ola y que la tercera iba a golpear en la costa en menos de una hora. Instintivamente, me monté de nuevo en el coche y puse rumbo a la escuela. Sólo quería llegar, igual que todos, pero el camino de regreso estaba imposible de tráfico, así que muchos padres abandonaban el vehículo y salían corriendo desesperados gritando los nombres de sus hijos por la calzada hasta llegar al colegio, donde nos aguardaban los profesores. Los maestros nos dijeron que teníamos que mantener la calma.

    El señor Moi, el director, nos informó que podríamos recoger a los chavales, que habían sido evacuados al punto más alto de la escuela. Y de pronto los oímos cantar, fue todo un espectáculo. Al ver a uno de mis hijos le pregunté por sus hermanos y nos dispusimos a buscarlos. Un cuarto de hora después volvió y me dijo que aguardaban en el coche.

    El saludo de mi hijo de diez años fue el siguiente:

  — Mamá no quiero morir.

    Y el único pensamiento que se abrió entonces en mi mente fue el de llegar al punto más alto de la isla, la aldea Aoloau. Pronto comprendí que no sería fácil conducir hasta allí, la isla entera se desplazaba en la misma dirección, pero no fue imposible. Una vez arriba nos quedamos durante tres horas escuchando la radio.

    Oímos los devastadores informes de Samoa ... El daño causado a los pueblos de Falelatai, Lalomanu y Aleipata era horrible. Dos emisoras de radio han desaparecido y la única que transmite está desbordada. Hemos escuchado miles de oraciones por la radio mientras mirábamos las olas recobrando su impulso en la distancia. Los vecinos de la zona trajeron café para los adultos, agua embotellada y refrescos para los niños, mientras oíamos el tañir de las campanas en la lejanía recordando que había llegado la muerte.

    La jornada era demasiado caótica en la montaña. . La contaminación de los vehículos al subir la colina hizo el ambiente irrespirable y decidí volver a casa. La única manera de bajar era subir en un principio todavía más alto y hacer la maniobra para girar el automóvil, todavía estaba abrumada por el número de personas que había en una aldea tan pequeña. ¡Toda Samoa estaba allí!

   Llegamos al domicilio alrededor de las 11— había una enorme densidad de tráfico en el cerro— y lo mejor de todo es que nuestra casa todavía estaba en su sitio. Preparé otro desayuno para los niños, se lo comieron y echaron después una siesta. Quería que estuviesen tranquilos.

   A las tres de la tarde nos despertó mi hermana, que había preparado una comida para nosotros. Nos dijo que había catorce muertos en la isla, y media hora más tarde, ese número se convirtió en 22 y una gran cantidad de heridos. Pueblos devastados, coches encima de los edificios, barcas en las carreteras. Hay agua por todas partes y sin embargo falta el agua corriente en muchas de ellas. La carretera principal de Fagatogo se ha inundado llevándose consigo la Oficina de Correos. Las imágenes son abrumadoras.

   Ahora sin embargo todo está quieto. No hay viento. No se mueven los árboles. Nada. Son las 6 de la tarde y estoy respondiendo los mensajes de correo electrónico de los amigos de todo el Pacífico, Nueva Zelanda, Los Angeles, Seattle, Nueva York, Michigan ... Un río de condolencias y agradecimientos se extiende por Internet.

   Alofa.

   Los campanarios que todavía están en pie repican de nuevo por toda la isla. Es la plegaria de la gratitud, el sonido de los supervivientes. Nuestros corazones están con las familias que no pueden decir lo mismo. ¿Quién podrá conciliar el sueño sin su hijo, su hija o su madre, sin su padre o sus tíos? Su pérdida es nuestra pérdida. Incluso el canto de los pájaros de la noche así lo sienten.

   Good night. Ma ia manuia le po. Buenas noches.