El Cuaderno de Sergio Plou

      


martes 5 de noviembre de 2013

Elogio de la simplicidad




  O eres facha o condescendiente. Aquí todo se reduce a polis y cacos, a buenos y malos, al blanco y negro de siempre. Los fachas, siguiendo la tradición, presumen de pobreza y sin embargo encuentran en los inmigrantes una forma de diferenciarse del resto. Como no tienen donde caerse muertos pelean con uñas y dientes contra los de fuera por mantener su curro, su coche, su piso, su plasma y un largo etcétera de objetos que constituyen su dignidad. Defienden lo que es suyo por contraposición a los foráneos, pero rara vez se suben a la burra frente al que de veras les está esquilmando. No combaten el sistema, al contrario, están de acuerdo con él, lo único que lamentan es no haber trepado más alto. Y no les quepa duda de que si tienen oportunidad de poner el cazo lo harán, de hecho lo pregonan a los cuatro vientos. Los reconoces en cualquier parte, sobre todo cuando escuchas a alguien decir que se ha cansado de la honradez, que no sirve para nada y que en el fondo se siente tonto.

  Los condescendientes, en cambio, parece que disfrutan de una posición más o menos holgada. Gozan de un salario más o menos fijo y pueden hacer frente a las facturas sin desollarse vivos. Su talante es tan abierto como su suerte, tal vez por eso consideran de muy mala educación los desagradables tientes racistas de alguna gente. Son más permisivos en cuanto a los hábitos y costumbres ajenas, importándoles poco con quién comparten cama los demás, si rezan el ángelus o celebran el ramadán. Otra cosa es que se vayan con ellos de copas. Cada cual tiene su sitio y el suyo se presta a contemporizar, encender alguna bombilla en las cabezas de la chusma y pelear sin demasiada rasmia por las causas perdidas. Quien no tiene otra cosa que hacer con el culo mata moscas, pero si el destino se presenta de improviso y les propina una sonora bofetada se quedan atónitos, les cuesta reaccionar.

  No necesito hacer una encuesta en el rellano para entender que mucha gente ve el mundo en estas dos dimensiones, hasta el extremo de que se entremezclan ambas en una gruesa capa de grises. Puedes encontrar fachas afables y de sesera entornada e iracundos condescendientes, sujetos en apariencia tolerantes a los que no se les puede mentar la virgen o el equipo de fútbol. Existe un pequeño jardín de espacios comunes donde fachas y condescendientes se reúnen a celebrar acontecimientos, y no hablo de los bares. Esas zonas de mezcla merecen un trato especial de las administraciones públicas, porque en ellas se difuminan las diferencias generando un valor añadido. Llámenlo patria, llámenlo dios. Lo mismo vale una iglesia que un estadio, cualquier gobierno subvenciona al mismo tiempo los goles y las hostias consagradas. No hay mejor pegamento que santiguarse pateando un balón y por si quedase algún resquicio donde esconderse siempre estará la tele, que es un fascinante depurativo.