Hasta luego
Crónicas
© Sergio Plou
sábado 15 de marzo de 2008

       Escribo a vuela pluma, despidiéndome por dos días. Voy a ver a unos amigos de Lavapiés que pasan unas jornadas de descanso con su hija Malena tomando las aguas en el Balneario de Alhama de Aragón. Sin embargo estas líneas son para otro largo hasta luego, el de Patricia, que sale el lunes para su amada Galicia. Su nombre y su tierra riman en castellano, supongo que a estas alturas ya se ha dado cuenta de que tiene marcado un destino con Santiago en la punta de sus dedos y que lo quiera o no está condenada a vivirlo. Podrá creerse incapaz cuando le asaltan los fantasmas, pero al contrario de la ouija se trata de alejar un poco el vaso de la mano. Si piensa las cosas dos veces - y más de dos veces es parálisis - no creo que tenga mayor problema. Allí se siente como en su cuarto de estar y sabe que aquí deja un refugio, algo semejante a una ermita. Zaragoza, al fin y al cabo, sigue sigue siendo una encrucijada. Espero que siga escribiendo, es lo mínimo que se le puede pedir a una filóloga, y si a la hora de decir lo que escapa por su mente siente alguna vergüenza, que sepa que no es la única aquejada por semejante enfermedad.
      No me gustan las despedidas, ni los consejos no solicitados. Creo que a las personas hay que empujarlas hacia lo que quieren y ayudarlas en la medida de nuestras posibilidades. Es lo que me gustaría que hubieran hecho conmigo y así trato a los demás, de modo que no hay mayor misterio ni generosidad en el asunto. A los 26 tacos una persona tendría que comerse el mundo, siempre y cuando no salga lanzada con tal ímpetu que se coma una esquina. Desde la óptica de mi madre, tal vez Patricia fue una hija que tuve varias vidas atrás. O una amiga íntima de cuando fui mujer, allá por el siglo XV. Quién sabe. En cualquier caso me divierte pensar en estos asuntos porque le meten cañazo a la existencia mareando la perdiz de un hasta luego. Es lo que hay. Tampoco he tenido sueños extraños últimamente. Se me ha arreglado sola la bandeja de entrada y el teléfono móvil vuelve a sonar de manera normal. Misterios de la tecnología. Seguimos sin noticias de Marta, cosa frecuente, y mi tren de cercanías sale mañana rumbo a un descanso breve pero intenso. Confío que te vaya bien y que no te pongas nerviosa a última hora. El secreto está en las expectativas. Si son demasiado grandes necesitamos una pértiga tan larga para saltarlas que el riesgo de fracaso se hace más patente. Es cuestión de poner el listón a una distancia moderada. Y no dejarlo todo para el final, que estresa un montón. De todas formas viajar en autobús es como hacerlo a través del túnel del tiempo: permite repasar los reencuentros, recrearlos, tenerles miedo y hasta aburrirse con ellos.
     Así que disfruta. Y que tengas suerte.

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