Huyendo hacia delante
lunes 24 de noviembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Cuando me preguntan qué opino de la crisis, respondo con el título de una canción de Supertramp: ¿Crisis? ¿Qué crisis? La crisis significa negocio, no lo olviden. A las personas que dependen de un jornal, lo único que les importa es poder hacer frente a sus deudas y mantenerse en pie. El problema está en las altas esferas y resulta incomprensible al pelotón de los trabajadores. La crisis que sufrimos es un invento de cuatro listos sin escrúpulos que se están poniendo las botas a costa del mundo, siempre ha sido así y si nadie lo impide continuará por la misma senda. El Nuevo Orden Mundial está instalado y en marcha, no acaba con Bush. Al revés, la familia Bush es sólo el inicio. La designación de papá Obama como presidente de Yanquilandia es la guinda del caos. Ya lo siento por los ingenuos, que defenderán a capa y espada la llegada de un hombre de color a la Casa Blanca, pero Estados Unidos está en quiebra técnica desde hace años y lo que va a ocurrir allí nos dejará atónitos durante mucho tiempo. Ojalá me equivoque, por supuesto. No pretendo ponerle a nadie los pelos como escarpias, pero es imposible que aguanten la que está cayendo sin que se produzca una hecatombe social.
    El dinero no crece en los árboles. El papel moneda no es una estampa de colores, sino el esfuerzo de un trabajo. Quien se lo gana rompiéndose el lomo lo sabe perfectamente. El gobierno de Estados Unidos continúa creando pasta sin devaluar su moneda, simplemente lo fabrica en la imprenta y lo regala a los bancos para que aguanten el crack. La mentira no puede dar de sí indefinidamente. Estados Unidos está en el mismo sitio que la República Democrática Alemana antes de la caída del muro del Muro de Berlín. Sus ciudadanos siguen creyendo que su país es la repera en patineta y el tortazo mental de una devaluación del dólar sería el acabóse, de modo que huyen hacia delante. Cada vez se engorda más la deuda con China, que compra América tranquilamente. El imperio se acaba y no estamos preparados en Europa para asumir semejante golpe. La crisis sólo acaba de comenzar. Es mentira que vaya a durar un año y los medios de comunicación no saben ya cómo impedir que se genere el pánico. La broma no conduce a ninguna parte y engorda a medida que se complica. Nuestros políticos aseguran que el único modo de generar nueva riqueza es que el Estado comience a crear obra pública, nadie pregunta para qué. ¿Acaso se necesitan más carreteras? ¿Más coches? ¿Más casas? ¿Quién las usará después? Cuando el Estado subvenciona a los bancos nadie pregunta para qué necesitamos tantas entidades financieras.
   El nombramiento de los nuevos hombres de confianza de Obama indica a las claras que la sociedad americana va a sufrir en apenas seis meses un golpe durísimo. Un golpe que sólo desde el partido demócrata podría llegar a orquestarse sin que la sangre llegue al río, al menos de forma demasiado cruenta. Lo que se vivió en España con Felipe González —la reconversión industrial— no podría haberse realizado con Aznar porque la presión en las calles hubiese sido excesiva, de modo que las grandes firmas utilizaron la fórmula socialdemócrata para merter en cintura a la población, con la ayuda efectiva y siempre inestimable de los sindicatos. Salvando las distancias, en Estados Unidos ocurrirá lo mismo pero corregido y aumentado, porque hay millones de pistolas en circulación y no será sencillo meter en vereda a peña tan asilvestrada. Habrá que hacerlo por la fuerza. ¿Saben ustedes que el Gobierno de Estados Unidos ha comenzado a llamar a los reservistas? Los ciudadanos útiles hasta cincuenta años son susceptibles de engrosar el ejército a seis meses vista. Atención pues a la que se enfrentan. Los soldados vuelven de Irak en breves, según el presidente electo, y hay que tomar medidas de urgencia en materia económica. La única manera de salvar los muebles y que el negocio siga adelante supone la desaparición del dólar como moneda nacional. Se habla ya de que el cambio sería de diez dólares por un valor nuevo. O sea, que la divisa norteamericana no vale ni la décima parte de lo que se paga por ella. ¿Saben lo que supondrá para la población una medida tan maja?

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