El Cuaderno de Sergio Plou

      

sábado 2 de febrero de 2013

Insidias y falacias




  Estoy convencido de que Mariano, como Nicole Kidman, ha tenido un problema con el bótox. A la gente guapa se le apoderan las neurotoxinas lo mismo que a la gente pobre se le apelotonan las deudas. Empiezan maquillando las imperfecciones y al final, con tanto toqueteo, se provocan una dependencia. Nicole Kidman lo dejó y ahora puede mover la cara otra vez, pero a Mariano le ha quedado un tic muy feo en el ojo izquierdo, que de vez en cuando se le dispara, sobre todo cuando asegura que su aspecto no es fruto de la cirugía estética sino algo completamente natural. Los hay que tienen una tez blanquecina y los hay con una cara de amianto. Pero de forma natural, como corresponde al orden divino de las cosas, Mariano vino al mundo para hacer maravillas y nadie podrá apartarlo de su glorioso camino, aunque le llamen ladrón. Llegó a la política sin ninguna vocación, ni siquiera la de enriquecerse, por eso hace constar ahora que incluso perdió dinero, aunque nadie conozca cuánto ni en qué. Asume que ya se forraba lo suficiente como registrador de la propiedad y que su carrera política, llegando a la presidencia del gobierno, no le ha traído otra cosa que grandes quebrantos. Y sin embargo ahí está, agarrándose a la poltrona igual que un percebe a la roca. Para demostrar que es un hombre honesto a carta cabal no jura ante su biblia ni ante la constitución, no le hace ninguna falta. Es lo que tiene el bótox, que no hay forma de dejarlo.

  No saco otra conclusión de su extraña comparecencia. Si invitas a los periodistas para que puedan ver cómo lo llevas, es del género idiota encerrarlos en una habitación y enchufarlos a la tele. Una cosa es impedir que los ciudadanos se acerquen a sus instituciones y otra muy distinta gobernarlos por «streaming». No se puede confundir la tecnología con la democracia, pueden ser complementarias pero no excluyentes. Además, ¿dónde está la transparencia de la que tanto presume? Del mismo modo que la coca paraguaya entra por Málaga escondida en latas de tomate, Mariano llegó a la calle Génova escondido tras las lunas tintadas de su coche oficial. Y entró directamente por el garaje, así que nadie pudo plantarle un micrófono en la boca. No hay nada como hacerse la víctima para evadir responsabilidades. La imagen del Mariano parlante que hemos visto en las pantallas, podría haber sido grabada de antemano y emitida después, y en el mejor de los casos el resultado sería el mismo. Que todo son falsedades e insidias y que hay una gente muy mala por ahí soltando bulos contra él, contra su partido y por lo tanto contra toda España. Y una vez acabado el monólogo salieron los pringados a repartir panfletos. Sólo eché en falta que sonara entonces el disco de Shakira, como el día en que ganaron las elecciones, pregonando a los cuatro vientos que esto es África.

  Gracias a la fotocopiadora del gabinete de información, la verborrea de su amado líder podía ser analizada mediante el libelo del partido. Igual es así de ahora en adelante. Cuando un gobierno se siente atrapado contra las cuerdas, lo máximo a lo que aspira es al control de las noticias que dispensa. Eligen cómo, cuándo y dónde, incluso se permiten el lujo de dilatar la emisión de su propia telenovela durante casi una hora. No tienen ninguna prisa y menos aún para arrojar la toalla. Por eso devuelven la patata caliente al periódico que la soltó y exigen pruebas. Hasta recurren a los evangelios apócrifos, de nula credibilidad entre los más fervientes católicos, para reducirlo todo a una cuestión de fe. Ellos dicen que fue así y los demás que es mentira. Es su palabra contra la nuestra, a ver quién puede más. Y para mostrar indignación, conducta que está de moda, afirman que se han sentido difamados y que maniobrarán legalmente. Qué más se le puede pedir a Mariano, ¿qué supere el bótox definitivamente? ¿Que lea su discursito en inglés, como hizo Nixon en los años setenta? Este hombre, como muchos en su partido, ya no da más de sí. Como mucho, y en plan generoso, puede enseñar la declaración de Hacienda pero no esperemos que se arranque de pronto los pantalones y nos muestre un tatuaje en la nalga. No es lo suyo. No va con él.