Integristas
viernes 1 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    La humildad es una virtud de la que carece la curia. Salta a la vista, de una manera descorazonadora, el afán de protagonismo que tienen los obispos españoles y que contrasta sobremanera con la labor anónima - y si me apuran hasta silenciosa - de sus colegas en África o Latinoamérica. Ahora que ha muerto el fundador de los Legionarios de Cristo con un escándalo de casi veinte años cometiendo abusos sexuales a sus espaldas y que empujó al actual Papa a apartarlo del altar, los obispos de por aquí abandonan su supuesta neutralidad y se posicionan políticamente en los medios de comunicación. La Iglesia católica ya no reflexiona en voz baja ni se levanta por las causas de los pobres, prefiere darnos la brasa y señalar directamente con el dedo a los malos de la película. Mientras el Papa Ratzinger - bajo el pseudónimo de Benedicto XVI - rechaza ya hasta la fecundación in vitro, los curas hispanos se dedican a ver la paja en el ojo ajeno y disimulan la viga en el suyo. Ya no estamos hablando de que las monjas clarisas se quitan de enmedio a la portera de toda la vida, un feo asunto de dudosa práctica cristiana. Tampoco nos encontramos a los sacerdotes defendiendo la abstinencia sexual y despreciando las más elementales normas de profilaxis a la hora del coito. Todo el turbio submundo de la rancia mentalidad de las sotanas se revuelve frente a los micrófonos pidiendo directamente el voto en la próxima convocatoria electoral para el partido conservador. Y la excusa bajo la que se amparan, su quinto mandamiento, que prohibe matar al prójimo, se utiliza de forma nefasta para afirmar que el Gobierno negoció con los etarras y que ha perdido autoridad moral para dirigir el Estado. Meterse con los curas es muy fácil, entre otras razones porque están obligados a poner la otra mejilla. Supongo que esta costumbre, a fuerza de recibir, se ha vuelto mecánica y les patina cualquier crítica. Además, en seguida surgen las voces que defienden su derecho a la libre expresión, como si sus divinas palabras no pudieran ser cuestionadas. Los curas están en horas bajas y se resisten a comprender que cuanto más abran la boca para decir lo que les sale del alma, más fieles y más vocaciones pierden por el camino. No se combate el laicismo de la sociedad bramando desde los púlpitos ni poniéndose hipócrita delante de la televisión. Primero porque se aburre a las ovejas, y segundo porque consiguen el efecto contrario. Hay obispos que, cuando hablan del viejo problema vasco, mantienen posiciones raras y les cuesta mantener el tipo. Otros han ejercido de mediadores en la época de Aznar e incluso los hay que no tienen muy clara su posición con la pena de muerte. Hablar aquí de los que afirman comprender la pederastía porque los nenes van provocando, supone desgraciadamente ponerse a la altura. El catolicismo oficial recibe mucho dinero de las arcas del Estado, de modo que su queja constante no tiene una razón de ser económica. Es muy preocupante que su mentalidad se deslice ahora por el mismo barranco de las sectas. Si no controlan su discurso llegará un día en que catolicismo y cienciología se disputarán el espacio de los telepredicadores. De hecho les falta un pelo para convertirse en ayatolás.

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