La brújula en manos de mujeres
domingo 13 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Mayoría de mujeres en el Gobierno. Zapatero —al que apodan Piolín— ha vuelto a dar la campanada de un forma simple y directa al colocar a nueve mujeres en el gabinete. Se atrevió, incluso, a nombrar a una poetisa encinta al frente del Ministerio de Defensa: Carme Chacón. No es que se gane la vida haciendo poemas, pero al menos le da al bolígrafo de vez en cuando. Además es catalana, y en estos tiempos no se puede pedir mayor excentricidad. Se habla mucho de doña Carme y del presidente. No es que haya un idilio encubierto sino más bien una relación pseudofilial. Dentro de un par de años le toca al Estado Español (al que también denominan la España diversa, la plural y otras zarandajas), la dura presidencia de la Unión Europea en un agudo proceso de profunda renovación en las estructuras económicas. Los profetas y agoreros de la política han pronosticado para 2010 una crisis ministerial, y para entonces ven en doña Carme a la nueva líder socialista —la delfín de Piolín— que podría llegar en un futuro a ser la primera presidenta de esta nación de naciones. Tal vez todo este tinglado de opiniones que se vierten desde los medios de comunicación durante estas jornadas no sean más que elucubraciones, salidas del tiesto e idas de olla, pero llama la atención que la mayor parte de las pinzas se desprendan hablando siempre de la Ministra de Defensa. No en vano, Zapatero se las ha dado siempre de feminista. ¿Qué mejor colofón para la carrera política de este hombre, que abandonar un día la Moncloa dejando el sillón del poder a una mujer de su propio partido?
   Desde la izquierda de toda la vida, la que ahora no tiene en Las Cortes otra representación que la meramente simbólica, se achaca a los socialistas que han optado por elegir un gobierno de tecnócratas y gestores. Llegan a calificarlo de centro derecha, pero en materia ideológica nadie puede escapar hoy a esta etiqueta. La política de gestos sólo puede desarrollarse desde una socialdemocracia descafeinada. No queda mucho terreno donde avanzar desde el marco puramente conservador. El nuevo Ministerio de La Igualdad encarnado por la andaluza Bibiana Aido, de 31 tacos, la persona más joven que llega a semejante poltrona —y que hasta marzo fue directora de la Agencia para el Desarrollo del Flamenco en su comunidad autónoma—, está condenado a ser la estrella y el motor de buena parte de la leyes que promulgue este gobierno en los próximos cuatro años. De no ser así, mala señal. Sería ilógico que un gobierno mayoritariamente femenino no consiguiera llevar al Congreso una legislación más igualitaria, porque constataría que su presencia es producto de la discriminación positiva y que a la hora de la verdad siguen llevando las riendas los hombres. En la mayoría de las empresas, los cargos de dirección son netamente masculinos y cambiar esta lamentable realidad conllevará muchos disgustos. Nadie asegura que se vaya a hacer otra política, bastaría con que cambiase de género y a la izquierda de siempre se le antoja un timo. Introduciendo medidas de auténtica conciliación familiar e igualdad de oportunidades, la vida laboral tendría que resultar en principio más imaginativa y menos agresiva. ¿Acaso no sería un buen avance?

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