La cinta de Moebius
Crónicas
© Sergio Plou
lunes 21 de abril de 2008

     Dentro de cada ser humano late un filósofo. Basta escuchar la voz de nuestro corazón y hablar sinceramente, todos tenemos algo que aprender y que enseñar. Reconocer nuestros puntos débiles y nuestras fortalezas, sin hacer especial hincapié en ninguna de ambas, nos ayuda a ir comprendiendo la pasta de la que estamos hechos. La vida es breve. Aún se nos antoja más corta a medida que vamos cogiendo años, de modo que resulta una torpeza tirar la toalla. Tarde o temprano tendremos que recogerla del suelo y limpiarnos con ella el sudor de la frente. Es importante que no nos engañemos, porque las dificultades colocan a cada uno en su sitio. A menudo no hay premios ni castigos, tan solo la satisfacción de conocernos un poco y las consecuencias de nuestros errores. La evolución estriba en ser acumulativos. Partir de cero constantemente es agotador. Si sabemos a dónde nos conducen nuestros actos, y no nos gusta el resultado que se avecina, debemos aprender a transformarlos sobre la marcha.
     La disciplina es una fea palabra con sinónimos desagradables. Si nos resistimos a cambiar de hábitos y obtenemos siempre el mismo cociente, llegaremos a ella por saturación, que es la forma más simple de meternos en vereda. Quienes observan con cierta inquina los reglamentos y ven como una tortura el someterse a las rutinas para salir adelante, de pronto se encuentran agarrados a una escoba o pasando la bayeta y dejando el piso como los chorros del oro. Este tipo de actividad física, encardinada con la limpieza, metaboliza la necesidad de regenerarse y en el fondo es una terapia de humildad. El orgullo, cuando se pasa de rosca, te convierte en necio. A solas comprendes hasta qué punto necesitas a la gente y hasta dónde te cargan. No sirve de nada echarle la culpa a los demás, es una estrategia para continuar instalados en el inmovilismo.
     Tomar las riendas de la propia vida exige ciertas dosis de coraje pero también de planificación. Es necesario tener a mano una libreta, unos papelitos autoadhesivos, una agenda analógica o electrónica, cualquier soporte vale para iniciar una singladura en base a objetivos sencillos pero asumibles. Si tus necesidades básicas no están cubiertas el mero hecho de creer que los demás necesitan de tu ayuda es el principio de negar tus carencias, salvo que juegues a ser un súper héroe o conviertas tu apoyo en profesión. Los súper héroes —por si no lo sabías — son producto de la ficción, así que no quedan muchas posibilidades para el desarrollo del escapismo. Hay que ganarse los billetes que fabrica el Banco Central Europeo o falsificarlos a la perfección, tarea muy sacrificada en la que no sólo pierdes la vista sino que pones en juego tu libertad.
     Muchas veces perdemos la perspectiva. O nos tratamos con excesiva dureza o con absoluta negligencia. Aciertos y errores se evaporan en el aire si no somos constantes en nuestro empeño. Darse de bruces en el barro y levantarse de nuevo es un arte. En la lucha por la supervivencia e intentando hacer realidad nuestros sueños, las personas adquirimos rasgos de gigantes. Al caer, las frustraciones afloran igual que un moho: oxidan las articulaciones y agarrotan los sentidos. Nos duelen tanto los fracasos que al tener un éxito no comprendemos que ocurre casi lo mismo. Estar que te sales y estar que te hundes son dos fenómenos similares, embotan los sentidos e impiden el desarrollo. La euforia y la depresión son dos caras de una misma moneda y a menudo se celebran de igual forma: dándole al frasco y a la goma de borrar. Mantengamos la serenidad. Todos cometemos fallos e incluso caemos en la reiteración. Analicemos el instante en el que nos dejamos llevar por la inercia, subrayémoslo con un rotulador fluorescente y sigamos avanzando. ¿Dónde están nuestros planes? ¿Qué es lo que teníamos que hacer hoy? Seamos consecuentes y atendamos nuestras responsabilidades, principalmente las que hemos contraido con nosotros mismos. Es fundamental.
     A veces necesitamos un almohadón en el que llorar nuestras penas y vaciar nuestras impotencias, un refugio donde sanar las derrotas. Nos conviene llegar sin falsedades ni fingimientos y habiendo establecido en origen los cimientos de un desarrollo futuro. Cuatro ladrillos bastan, pero hay que colocarlos. Da lo mismo que sean grandes o pequeños, cada cual debería de saber cuáles son sus posibilidades y medir sus esfuerzos. Para no encontrarnos atascados en la cinta de Moebius, dando vueltas y sin referencias, conviene sentar mojones en el sendero. Estas señales a nuestra vuelta nos servirán de guía. Tan importante es extraer conclusiones de las experiencias como no rayarse la cabeza. Tan importante es vivir como dedicar un tiempo a la reflexión. Hay que aprender a quererse mucho sin caer en la condescendencia ni el melodrama. Hay que llevar en el bolsillo una plomada, un nivel. Podremos estar ligeramente desviados del eje pero siempre buscaremos la vertical.

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