Los instintos básicos
jueves 4 de octubre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Es propio de adolescentes observar con cierta despreocupación las más elementales medidas de seguridad, ya se tenga toda la vida por delante o se confunda el error con la indolencia. Me parece mucho más triste el fracaso de los adultos, sobre todo cuando afecta a los primeros. En la presentación de la última campaña del Departamento de Salud del gobierno aragonés, a cerca de la prevención en las relaciones sexuales, nos topamos con la vieja mentalidad de siempre a la hora del contacto genital. Colocarse un preservativo causa repeluzno en tres de cada diez individuos, así que funcionan a pelo. Se les antoja un artilugio complejo de usar, que corta el rollo e insensibiliza las partes pudendas. No me extraña que el 20 % de los chavales, durante su primer polvo, se deje llevar por el impulso de sus intintos más básicos y se olvide la goma en el cajón. No ya en el de su casa, sino en el de la farmacia. Tampoco hay manera de acabar con la vergüenza que supone ir a comprar un condón, aunque se venda en bares y ortopedias. El resultado es lamentable. 2.800 interrupciones del embarazo y 6.700 píldoras del día de después.
    Antes de llevarse las manos a la cabeza, conviene decir también que la encuesta es de banda ancha, pues entra en el saco la población comprendida entre los 18 y los 49 años.
    El 32 % de los hombres y el 25 % de las mujeres de esta tierra afirman no usar profilácticos por pudor. Con una pareja ocasional, los miramientos son tan extraños que conducen a no hablar siquiera del asunto. Y ojo, lo más chocante es que están convencidos de que se conocen muy bien. Si exceptuamos a los que se comunican mediante el lenguaje de signos, ¿cómo se entienden los demás sin establecer un diálogo? ¿O es que mola ir al pedo? Comprendo que el misterio es sugerente, que la no verbalidad se fija en nuestros comportamientos y que a los buenos psiquiatras ciertas actitudes les resultan más fiables que mil palabras, pero los seres humanos en general maniobramos con una tendencia excesiva a zambullirnos en el absurdo. Desde la ignorancia o la estupidez se comprende que la lotería de la sífilis deje 65 nuevos casos cada año y que la gonorrea lleve camino de duplicarse. La cordura sin embargo nos sugiere otro tipo de reflexiones. Los mensajes de las campañas o no llegan o se transforman por el camino. Las familias y los colegios o siguen eludiendo la sexualidad o no saben cómo explicarla. Y las amistades o hablan poco del asunto o no entran en el meollo. En cualquier caso no podemos decir que vivimos el sexo de una forma saludable. Otra cosa es fanfarronear y darse el pingüe. Los inútiles suelen hacerlo antes de contagiar una venérea.

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