Palabras mágicas
miércoles 16 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Mientras en Aragón el asunto de los casinos derrapa por terrenos hilarantes y adquiriendo trazas de leyenda, en la península entera se discute apasionadamente sobre si la longitud de las tallas altera no ya el valor del producto sino su propia esencia. Por ejemplo, una minifalda y una maxifalda, ¿son faldas? Cualquiera diría que sí, pero hay faldas tan pequeñas que se antojan un cinturón o una pañoleta. ¿Por qué? Porque apenas cubren las muelas picadas. Incluso podría hablarse no ya de una falda sino de una funda dental. Siguiendo este esquema, ¿es un trasvase o o no es un trasvase lo que quiere hacer el gobierno? ¿Acaso comprar el agua a los regantes evita hacer tuberías? Y en la minuta de los fontaneros, ¿cuánto de largo y de gordo ha de ser un tubo para que consideremos que trasvasa líquidos de un lugar a otro? ¿Es el minitrasvase menos trasvase porque es mini? Todavía recuerdo a Piolín cayéndose del guindo con el barbas en los augustos debates televisados previos a las pasadas elecciones. «¿Va a hacer el trasvase?» No sé cuántas veces le hizo esa pregunta nuestro campeón, pero sólo le faltó al bueno de Zapatero llevarse las manos a la cabeza y proclamar a los cuatro vientos que Rajoy se iba de la pinza. Que no era ecologista ni moderno y mucho menos solidario hacer trasvases en pleno siglo XXI, que ya no se estila. Nadie hubiera pensado que tanto aspaviento escondía una simple cuestión semántica. La fontanería no es una canalización. La compra de agua sólo puede emprenderse cuando alguien la vende. Brillante estrategia, se nota que las palabras —sobre todo las que salen de ciertas bocas— son mágicas.
    Ahora que los rusos emplean macacos como astronautas para sus próximos vuelos tripulados a Marte, sería una estupidez abandonar la idea de llevar el agua del Ebro hasta allí en un transbordador espacial. Basta con que los regantes la quieran vender. Y también se podría conducir hasta el desierto del Sahara, que queda más cerca. Es cuestión de utilizar un tubo de diámetro hogareño, lo justo para plantar un grifo y poner el contador. O tal vez de algo mucho más fino, ¿un aspersor? Una cosa es la obra hidráulica y otra muy distinta la fontanería o el transporte. Lo cierto es que una vez hecha esta salvedad cabe cualquier movimiento de líquidos.Y bajo esta fórmula, ¿quién en su sano juicio puede impedir a los almerienses o a los murcianos un ramal del tubo? Además, no es igual poner el caño al inicio que al final del río. En el delta, el agua hace muchos remolinos y se puede aprovechar cualquier meandro para despistarla unos minikilómetros. Si empleamos unas minituberías seguro que llegan hasta un minibarrio, así que estamos hablando de un concepto microscópico: el nanotrasvase. Nada que merezca la pena. Es como robar un charco al mar, ¿a quién le importa? ¿Qué son 50 hectómetros cúbicos para el Mediterráneo? Poco más que una ducha. Todo depende de los sinónimos. Si una minifalda es un cinturón, un minitrasvase puede ser tranquilamente un botijo o una botella de agua. Y si apuramos puede llegar a convertirse en una cantimplora. ¿Vamos a ser tan rancios como para negarle a nadie un vaso de agua?

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