Pesimistas
jueves 5 de junio de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    El mismo día que se publica un sondeo en el que se afirma que los sociatas, en caso de elecciones, rozarían la mayoría absoluta se constata también que cuatro de cada diez encuestados están embriagados por el pesimismo. Podrá decirse que al menos seis van por la vida agitando las maracas, pero lo que asusta siempre a los indicadores no es el buen ánimo o la euforia sino que el baremo de los agoniosos vaya subiendo desde el año pasado y contagie igual que un virus a todo el mundo. Los indicadores no son unos individuos con mala educación que se diviertan señalando los defectos ajenos, más bien utilizan los cuestionarios para tomar la temperatura política del país y aunque el resultado sea poco creíble lo evalúan con mucho cariño mediante una serie de sesudos parámetros, gracias a los cuales se muestra una tendencia sentimental de los habitantes. Echando un vistazo a la encuesta pronto comprendes que los hombres están más Schopenhauer que las mujeres, sobre todo en la franja comprendida entre los treintañeros y cuarentones de clase media, en su mayoría votantes conservadores o nacionalistas, lo mismo vascos que catalanes. Así que el pesimismo se extiende entre los perdedores de los últimos comicios. Aunque muchos votantes del equipo triunfador entregasen la papeleta al PSOE porque no hubiera una opción mejor, nada se dice de ellos, de modo que si están alegres será porque se han pasado al Prozac o le dan al pegamento. Que el precio de la bombona de butano baje justo ahora que viene el verano parece un chiste y que suba el recibo de la electricidad cuando tengo la casa llena de bombillas de bajo consumo tampoco me afecta. Es cuestión de cambiar de contrato o volver al cámping gas, o a las velas, que son muy románticas. Así que no nos pongamos tristes. Si las Españas van a la huelga no es por el petróleo sino por envidia cochina. Los que trabajan en precario quieren ser mileruistas, como las señoras de la limpieza. La bolsa de la compra está por las nubes y hay que fregar mucho suelo y rader mucha baldosa para llenar esa bolsa a la que siempre se le rompen las asas. La bolsa es de plástico, claro, y los jefes, en esta comunidad autónoma, no quieren prohibir las bolsas de plástico porque tendrían que referirse al carrito o a la bolsa reciclable, que es de tela, y no tienen costumbre. Aunque gastemos millones de envoltorios y no haya forma de eliminarlos del planeta, los jefes esperan a que prohiba las bolsas el gobierno central, que para eso está. Mientras tanto las limpiadoras se ponen en huelga y la Expo, que está de barro hasta las trancas, la limpiará Rita la cantaora. Eso sí, cuando cobre sus mil euracos. Los médicos, los conductores del autobús, los transportistas y hasta los curritos que fabrican magdalenas se cruzan de brazos ante la llegada de la Expo. Todos se preocupan mucho en decir que la Expo es lo de menos y que no tiene nada que ver con sus reivindicaciones. El Ayuntamiento, sin embargo, confirma por boca de su teniente de alcalde para los asuntejos económicos que el consistorio va a subir los impuestos por encima del índice de precios al consumo, y aunque no dice que es para cubrir la deuda de doscientos millones de euracos que nos echa encima la Expo todo el mundo sabe que los tiros van por ahí. Los indicadores optimistas todavía ganan por seis a cuatro a los pesimistas, pero la tendencia es a la baja. Una lluvia más y nos comemos la Expo con patatas. Una deuda más y se cambia la tendencia. Aragón aún sigue creciendo más de la media nacional —ni más ni menos que el 3,1%— pero las industrias y el alegre consumo de antaño retroceden. La peña no piensa ya en la Expo, sino en qué pasará después de los fastos. La construcción de los edificios ha dado mucho cuartelillo pero no da más de sí. Aunque Solbes se queje de los pronósticos y nos eche la bronca por ser tan pesimistas, la disposición general tiende a lo Schopenhauer sin haber leído nunca un libro suyo.

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