Por activa o por pasiva
viernes 7 de diciembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Mientras los palestinos de Gaza fuman serrín, las mujeres iraníes se manifiestan en Teherán reclamando sus derechos o sencillamente revientan en Bagdad, al explotar el cinturón de bombas que llevan atado a la cintura. El espejo del Tercer Mundo no sólo refleja la miseria sino también la indignación. Da igual el continente. Los países europeos y africanos, por ejemplo, reunidos estos días en la cumbre de Lisboa debaten la nueva firma de la EPA, el Acuerdo de Apertura Comercial entre ambas zonas del globo, ya que el actual - por lo visto - caduca a fin de año. El actual ha permitido la supresión de muchos aranceles y las empresas europeas buscan que el siguiente abra los mercados por completo y de forma libre, salvo en los casos del azúcar y el arroz, que llevarían a los agricultores africanos a la ruina caracolera. A Europa le parece fatal lo que hace Estados Unidos con América Latina, pero lleva haciendo lo mismo con África durante siglos. La única diferencia, tal vez, sea la existencia en Europa de una capa media poblacional que todavía se rasga las vestiduras ante las manipulaciones. Estoy convencido de que es a este sector al que han venido a hablar los políticos africanos, y al que se dirigen muchos otros a diario, para que los europeos corrijan de alguna forma las desigualdades que ellos mismos provocan al actuar en el mundo con prepotencia. Es triste que sean los tiranos, generalmente, los que cojan el micrófono con soltura y larguen por la boca lo que les venga en gana, pero las reglas del juego diplomático así lo permiten. Los tiranos de toda laya que pueblan África conocen de buena tinta el paño de la colonización, pues de una u otra manera la exprimen en su propio beneficio. Observar al abuelo Gadafi reclamando la deuda histórica que supuso el expolio económico de su país puede sonar a chiste en Europa, pero entre los líderes africanos levantó aplausos. Tal vez el sujeto en cuestión no sea el más indicado para reclamar justicia - siquiera justicia distributiva - pero eso no evita que diga verdades como puños. El lamentable estado en el que se encuentra África es producto de la codicia europea. Lo mismo podría decirse de América, Asia u Oceanía. Regalarnos las orejas con excusas no supone solución alguna. Es del género hipócrita señalar con el dedo a los caciques tribales si ése mismo dedo los colocó en el sillón. Están hartos de oír este argumento, por eso nos lo devuelven hablando de lo mal que huele el viejo perfume colonial. Desconozco si los tecnócratas de Bruselas se pasean por el mundo impartiendo clases magistrales de conducta, pero es cierto que los políticos europeos parecen encantados de conocerse y que utilizan maneras paternalistas con los demás. Para tener esta actitud y no dar la impresión de ser un pagado de sí mismo, hace falta reconocer antes los errores, las mangancias y hasta las carnicerías. Cada una de las naciones que componen Europa, lleva a corderetas una larga historia de atrocidades y si dan por supuesto que se les debe un respeto lo mismo entienden que hay que pedir perdón. No es tan descabellado. Tal vez podamos entender entonces que si los palestinos fuman serrín igual tenemos una parte de responsabilidad en el asunto. O que si la libertad y los derechos de las mujeres iraníes menguan a cada día que pasa, tal vez los europeos - por activa o por pasiva - somos parte de su desgracia. En Irak, ¿alguien puede dudarlo?

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