Por los pelos
domingo 9 de marzo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    No me ha hecho mucha gracia levantarme a las 7 de la mañana para ir al instituto en domingo. Como no mola pasarse unos cuantos meses en la carcel por desobedecer la ley electoral, me he atado los machos y he arreado para allá con la esperanza de que no tuviera que comerme la paliza entera. Las votaciones tienen su puntito ingenuo, sobre todo cuando están tan reñidas como la presente. La peña se pasa un montón de horas por la noche escuchando el escrutinio y después acude al curro con los ojos como palomitas de maíz. Sin embargo, tragarse la gran sentada delante de la urna y aguantando la brasa de los apoderados es harina de otro costal. Se le huele nada más entrar en el colegio. Un sujeto apestando a Barón Dandy - no creía que se fabricara ya ese pestiño - merodeaba al otro lado de la reja. Grueso, de pelo engominado que se ensortija a cuatro dedos de la colleja, se pasea por el vestíbulo echando pestes al cuello de su camisa. El individuo no necesita chapa identificativa. Se muestra despectivo, salta a la vista que es un merluzo del Partido Popular. Una vez dentro observo que alrededor de las mesas, frente a las escaleras, se hallan distribuidas las mesas y una decena de corros se extienden por el amplio zaguán. Con el papelito de la citación en la mano busco la mesa B de la sección decimoséptima. Un menganete muy acicalado, que había sido nombrado presidente suplente, me echó un vistazo como si yo fuera el que anduviesen esperando. Les faltaba un vocal para irse a casa y constituir formalmente la mesa. Pronto se acercó una señora espabilada a la que le cantaba el aliento una pena, y que enseguida le echó el ojo al apoderado del PP. El de la colonia.
    - ¿Ya estáis todos?
    - No - respondió con agilidad el falso presidente.
    - Pero si hay un montón de gente aquí - aludió sorprendida la halitósica apoderada socialista -. A ver - continuó-, ¿quién es el presidente?
    Una señorita de pañuelo colorista al cuello y enfundada en un grueso jersey de lana levantó el dedo.
    - ¿Y los vocales?
    Otra señorita, que le sacaba a su presidenta tres cabezas de altura, levantó una mano huesuda y con media sonrisa declaró:
    - Yo soy una de las titulares...
    - Bueno, pues ya está ¿no? - sentenció la socialista -. Cogéis un papel y hacéis el acta de constitución de la mesa... Y deprisita que, si a las 8 y media no se ha formalizado, entraréis en incidencias.
    - Es que nos falta un vocal - se apresuró a a declarar la presidenta estirándose el jersey de lana mientras se ajustaba las gafas al puente de la nariz.
    En ése instante noté de nuevo la vaporada de Barón Dandy en mi cogote.
    - ¿Y todos ustedes? - preguntó el mastuerzo del PP.
    - Usted es el apoderado del PP, ¿no es así? - inquirió con un suspiro agrio de afirmación la apoderada.
    - Es que todos nosotros somos suplentes - se adelantó el falso presidente sonándose las narices.
    Todavía no sé por qué este fulano me cayó antipático desde el principio. Será las trazas de pijo, o los aires de autosuficiencia. Probablemente la ropa de marca.
    - Pues juéguenselo a cara o cruz- sugirió el apoderado del PP -. O aún mejor - continuó tras echarnos un vistazo -, se lo rifen ustedes por consenso, que ahora está muy de moda.
    - Si hay alguien al que le haga ilusión... - comenté visiblemente afectado por los olores de los respectivos apoderados.
    La verdad es que no me apetecía echar a suertes un aburrimiento de tal calibre: a veces la mala fortuna es muy traicionera. Y por otra parte me dio por tantear el espíritu democrático de los allí reunidos, tal vez alguno creyera todavía en los reyes magos y se animara a la inmolación. Pero me equivoqué. Sentí de hecho cierta incomodidad en el rebaño e incluso alguno reculó mirando al suelo.
    - Es la presidenta la que tiene que establecer su criterio... - comunicó la apoderada socialista un tanto nerviosa -. Pero con agilidad, ¿eh?
    Los apoderados tomaron las de Villadiego y nos dejaron con la decisión encima del pupitre, seguramente junto a otras urnas se estaba produciendo la misma situación de agobio y tenían que ponerles las pilas. Nos miramos un segundo entre los suplentes y la del jersey de lana, elevando el mentón y atusándose la melena, nos pidió los apellidos. Todos empezábamos por la letra P excepto uno, el muchacho de mi izquierda, que tuvo la desventura de ser procreado por una letra M. Los demás entregamos nuestros números de teléfono, por si alguno de los agraciados sufría un derrame en el esfuerzo, y dando los buenos días escurrimos el bulto.
    La suerte me ha sonreído de nuevo, sobre todo ante la presencia de una inquietante vecina. No he hablado de ella porque todavía estoy en capilla y nunca sabes si pueden localizarte para cubrir un almuerzo, el desprendimiento de un diente de leche o la crujida de una hemorroide. Pero si me hubiera caído la bonoloto de compartir urna con esta señora hubiera salido mañana en los periódicos. La pobre mujer es una institución en mi calle porque tiene un hijo con algún transtorno desconocido y ambos están media vida a la gresca. El chaval, a medias barítono de ópera bufa y a ratos skin-nazi, tiene la personalidad difusa y está metido en todos los ajos. Hace unos días que se fue de casa, pero suele volver siempre en un coche patrulla, de modo que aguantar las dolencias morales de esta "madam" durante quince horas seguidas me hubiera hecho ganar el cielo pero me habría salido muy cara la nube, circunstancia que inclina a reflexionar. Y mucho. Es muy posible que hoy, por primera vez en mi historia clínica, cometa la tontería de ir a votar. ¿Será que el pestazo a Barón Dandy me ha afectado las neuronas?

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