Sin problemas
miércoles 7 de octubre de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Resulta interesante ir por detrás de la noticia. La ansiedad, producida por la hipnótica expectación que me empuja hacia el otro lado del planeta, me hace ver que lo que ocurre en esta esquina del mundo es fráncamente aburrido. Siento que la gente de las Antípodas, obligados por la fuerza de Coriolis a girar en sentido inverso y vivir además cabeza abajo, por fuerza tienen que ser de una pasta distinta a los gachupinos de esta península. Conviene acostumbrarse a dejar la mollera limpia porque viviendo al revés toda la sangre subirá al cráneo, circunstancia que sin duda produce unos severos pinchazos neuronales. Como la dieta mediterránea comienza a hacer estragos en mi persona, para ir adecuando mi estómago al jet-lag de la Polinesia me estoy hartando de comer helados y llevo el vientre suelto. Las digestiones ligeras y los sueños inútiles me teletransportan en cualquier instante a una playa paradisiaca, donde me veo buscando un cocotero libre donde echar una siesta, así que no voy por delante de la información, llevo unas cuantas jornadas persiguiéndola.
    Los periodistas de olfato registran enseguida por dónde saltará la liebre informativa, los intestinales simplemente se dedican a criticar el género. Si vas caminando por los márgenes del pasado todo resulta más sencillo, es cuestión de no atarse a la ansiedad y observar el panorama a vista de pájaro. Lo primero que atrae poderosamente la atención en el marasmo de las noticias es el sarao que se llevan entre manos las buenas familias de toda la vida. La saga del Bigotes, el Correa, los Agag y toda esta basca de impresentables, logran con facilidad afilar los teclados y cargar de tinta las impresoras. Con sus magras aventuras al estilo Berlusconi, el Partido Popular está sembrado de inolvidables personajes gremiales.
    La chaqueta les tira de la sisa a los políticos conservadores y todavía manejan suficiente capital público y privado como para ir al sastre, aún se pueden permitir el lujo de acudir a su peluquería de siempre y pedir el clásico lavar y marcar, nunca hubiera podido imaginar que los trajes caros y los peinados a la moda condujeran en  la política provinciana a las farras con prostitutas caucásicas, pero a nadie le amarga un dulce cuando se lo sirven a domicilio. Sobre todo si tus deseos son órdenes. «¿Qué es lo que quieres, prenda? Habla por esa boquita». Los carácteres gremiales van a la caza de un nicho económico donde fraguar su porvenir, trabajan el oficio de la mamporrería y así tráfican con influencias. Excelente.
    En este caldo de cultivo, individuos de aire patán pero suficientemente barnizados en la educación católica, se mueven a sus anchas conectando a los sujetos con sus necesidades más perentorias. Sin problemas. Sin cortapisas ni desagradables enredos, efectos secundarios ni engorrosas complicaciones. Si quieres un traje o mojar el churro, allí está Correa para lo que haga falta. Correa es como Luis Ricardo, el robot televisivo de la infancia, es el conseguidor y los tres reyes magos juntos. Hace unos días, sin embargo, decía Rajoy en los periódicos que Correa era tan inteligente que iba para presidente del gobierno, pero el gachó no aguanta el tirón y no desea otra cosa que le hagan la cama, le traigan el bufé al dormitorio y que otro ocupe su lugar.
    Todavía enternecen las fotos del bodorrio de la hija de Aznar, donde el maestro Paco Correa, alias don Vito, el que entró en las filas del PP de la mano del mítico Álvarez Cascos, perfectamente embutido en su frac y engominada su pelamabrera en kilos de brillantina, saludaba con cariño al novio, que ahora figura de manera contable en la caja B de las empresas Gürtel. Ya saben que «gürtel» significa correa en alemán, subterfugio que no sólo garantiza el don de lenguas al interfecto sino también su aguda perspicacia a la hora de elegir un nombre para sus empresas. El mismo individuo que garantizaba a su alegre pandilla discreción y ausencia de problemas, ha terminado metiendo al partido popular en una tinaja de cutres corruptelas verdaderamente prodigiosa. Supongo que ahora los periodistas irán como locos tras una fotografía golosa, la de los implicados en pelotas durante alguna orgía burlesca. Vivir a orillas del Mediterráneo hace que la sangre se agolpe en la bragueta.
    Las noticias se distinguen de las leyendas urbanas en que las publican los medios de incomunicación social pero a corto plazo buscan en los lectores el mismo efecto que los cuentistas. Se trata de atrapar la atención como sea. Tan excelentes como zarrapastrosos juegos de magia, obligan a ir dando bandazos desde la ciencia hasta la ficción y es más importante que una leona se dé un paseito por la península a que un físico de la talla de Ignacio Cirac haya estado muy cerca de hacerse con el premio nobel de este año. En el país de la pelota de fútbol la ciencia es un tostón.
    Comprendo que la futura fabricación de un ordenador cuántico es una tontería comparado, por ejemplo, con los juegos olímpicos de invierno en Jaca para el año 2018. No hay color, es lógico que el premio nobel pase de largo, pero encuestas no faltan. Las encuestas son como los planes quinquenales del soviet o los del franquismo. Un día estamos a la cola del mundo y a la jornada siguiente caemos en la autocomplacencia del buen vivir y del mejor yantar. Todo vale porque nada conserva dos minutos de interés en la TDT. Tener un presidente inoperante no nos conmueve tanto como descubrir que es un pesimista. Nunca se sabe qué es más triste, si estar en lo más álgido de la crisis o creer que vamos ya cuesta abajo y sin frenos. Las noticias son un «phising» para los incautos.

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