Violencia de género y de número
lunes 18 de agosto de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    No soy divorcista aunque tampoco me las doy de casamentero. El romanticismo se manipula de tal modo que no se conciben los sentimientos humanos sin pasar por la vicaría o los juzgados, no me extraña que al final, cuando las relaciones caen en el aburrimiento o el hastío, acaben los contrayentes haciendo el ridículo. La necesidad fisiológica convierte a los hombres en patéticos. El mito de la maternidad, en cambio, ata a las mujeres en obligaciones que de haberlas pensado antes ni locas se habrían subido al carro de la concepción. Lo vemos a diario, sobre todo en época vacacional, cuando las parejas comparten buena parte de su tiempo libre y se preguntan qué diantres encontraron en la otra persona que logró nublarles el discernimiento.
    Caemos con frecuencia en tópicos, tanto para matrimoniarnos como para disolver los vínculos. Atribuimos al egoísmo actitudes que son reflejas y esperamos de los demás que cambien su comportamiento, cuando ya los descubrimos siendo como son y es raro que gasten energías en trasformar sus hábitos y costumbres. Aunque el doctor en bioquímica Joe Dispenza afirme que cambiar es una cuestión de voluntad, hay que creer fervientemente en uno mismo y estar dispuesto a lograrlo, porque en caso contrario cualquier intento se quedará en agua de borrajas.
    Toda esta perorata viene a cuento de la separación conyugal entre Orianne Cevey y Phil Collins, el conocido batería de los Génesis, por la cual tendrá que soltar Phil treinta y un millones de euros a su ex. Un capital bien administrado da para vivir toda una vida y dejar además una buena herencia a los vástagos—Nicolas, de ocho añitos, y Matthew, de cuatro—, que además tendrán asegurado el cole, la comida y sus caprichos aparte, como es obligado en cualquier papi ricachón. En el ránking de los divorcios musicales, Phil Collins acaba de romper el techo de Paul McCartney, que aflojó treinta kilos a su pareja. Generalmente se habla de millonarias separaciones cuando salen a colación segundas o terceras esposas, como es el caso de este «honorable» cincuentón que está a un tris de llegar a los sesenta. Se comenta si la siguiente será todavía más joven que la anterior y cuánto le costará, por decirlo de una manera soez, mojar el churro. Es lo que tiene ser famoso, que resulta imposible escapar a la chanza. Como los ricos también lloran, el periodismo rosa se dedica a entregarnos las miserias de la vida ajena para despreocuparnos de las propias. Los sentimientos serán parecidos pero como la economía es distinta las comparaciones se muestran idiotas. Steven Pinker, psicólogo experimental y científico cognitivo, está convencido de que los machos dominantes de una manada y los hombres más ricos y afortunados de la tierra se comportan en esencia de la misma forma, es decir, que tienden a acumular jóvenes amantes. Lo mismo en sucesivos matrimonios que en relaciones esporádicas.
    Decía Mark Twain que existe un modo de averiguar si un hombre es sincero. No hay más que preguntárselo. Si dice que sí, enseguida sabrás que tienes delante a un sujeto deshonesto. Pero en las relaciones suele importar la estrategia, ya que es el fin desgraciadamente el que justifica los medios. Cuando los medios son escasos las noticias aparecen con frecuencia en las páginas de sucesos, no en las gacetillas del corazón. Me quedé sin habla el otro día al leer el periódico y encontrarme con el caso de un abuelo asesino que acababa de degollar a su compañera, con la que llevaba casado toda una vida. Que los crímenes de la violencia machista lleguen a la tercera edad me parece mucho más intranquilizador que la vida alegre de los músicos más famosos, sin embargo una extraña conexión masculina une a mi escaso juicio la conducta del septuagenario homicida y la del rico cincuentón. Pagar más de treinta millones para cambiar de esposa supone ejercer otro tipo de violencia de género, ¿o no? Disolver una relación a golpe de talonario no es comparable a matar a una persona pero, ¿no hay un trasfondo humillante en un gesto así?

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