Y sin embargo se mueve
martes 13 de septiembre de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

  Algunos de los más famosos economistas hablan de «crisis sistémica» pero prefieren no meterse en honduras para no sobrepasar el listón de lo apocalíptico y ser calificados de inmediato como profetas. Desde 1989, cuando la mentira del muro de Berlín era palmaria y los políticos de ambos bandos no tuvieron más remedio que dejarla caer, un puñado de alucinados comentaristas de la actualidad —entre los que entonces me encontraba— escribíamos en los periódicos que el derrumbe del comunismo no auguraba el triunfo del capital sino que tarde o temprano también entraría en declive propiciando un desmoronamiento de las estructuras económicas y el descarado auge de las mafias. De entonces a hoy han llovido más de dos décadas y el sistema, en franca decadencia y absoluta agonía, todavía se mueve.

   Si llevas esperando el crack del sistema durante veinte años tampoco vas a impacientarte ahora. He tenido tiempo suficiente para cruzar la línea de la conspiranoia y entrar de lleno en el más burdo de los escepticismos, así que todo el tejemenaje económico al que asistimos, con el vaivén de la prima de riesgo, la deuda soberana y el constante ajetreo de las máquinas que imprimen billetes de banco, se me antoja ya la antesala de una hecatombe internacional. En esta circunstancia, por lo que nos cuenta la Historia, las grandes fortunas se dan de dentelladas entre ellas y suelen tomar posiciones monopolísticas en sectores estratégicos, lo que acaba derivando en fabulosas confrontaciones bélicas. Ahora la fusión de un reactor nuclear, por ejemplo, produce la misma devastación que una guerra con la «ventaja» añadida de que sus efectos se producen actualmente con inusitada rapidez —migraciones, alta mortalidad, reconstrucción—, así que no sabemos qué tipo de desastres nos deparará «el destino» en un futuro, lo dejo a su imaginación.

  Resulta evidente, sin embargo, que la riqueza se sigue concentrando en pocas manos y que la sociedad se empobrece con idéntica presteza. ¿Se acabará el euro y volveremos a la peseta? A mi nulo juicio es un problema menor, depende de los intereses corporativos de las multinacionales. El miedo al caos, la pobreza y el desempleo ofrece maravillosos réditos para las cuentas corrientes de los altos ejecutivos, de modo que todavía se endurecerán más las condiciones económicas, desde los sueldos a las hipotecas, pasando por los créditos a las pequeñas empresas y sus respectivas quiebras. La casta política demuestra con su devastadora ineficacia que hace el caldo gordo a los «emprendedores», entendiendo ese concepto desde una óptica cínica, o sea, propiciando el chalaneo y la especulación gracias al tráfico de información e influencias y que seguirán en las mismas mientras resulte rentable a sus apoderados. El único problema es que el negocio se les vaya de las manos y termine por hundir todo el sistema... ¿Caerá esa breva? Y en el caso de ocurrir algo semejante, ¿no sería un gesto premeditado? Quién sabe, de cualquier manera se avecinan tiempos peores y creer que Rubalcaba o su hermano gemelo, un tal Rajoy, nos sacarán del aprieto refleja una ingenuidad digna de mejor causa.

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